Viajé
por el cosmos en los espacios siderales de galaxia en galaxia, buscando el
sitio donde habita la eternidad, pero
solo encontré retales de silencio.
Viajé por los planetas entre espacios
infinitos buscando el hogar donde habita la eternidad, pero solo encontré distancias llenas de vacío.
Viajé por los rayos del sol y las estrellas, defendiéndome de su calor abrasador,
buscando el haz de luz que envuelve a la
eternidad, pero solo encontré
brillos que escondían oscuras sombras.
Viajé por los alrededores de la luna, buscando la espiral de la eternidad entre la poderosa fuerza magnética
que atrae a los objetos; pero solo encontré destellos de color plateado que anunciaban malos presagios.
Viaje por los caminos de la tierra, de día y de
noche, buscando la residencia donde la
eternidad tiene su casa, pero no encontré más que caminos de un viaje a ninguna parte.
Viaje por los espacios interiores del pensamiento
acumulado en la historia de la humanidad, buscando la neurona donde reside la eternidad, pero no encontré más que teorías
que perciben descripciones sobre la conectividad.
Viajé
al centro de la vida de una comunidad cristiana y encontré ahí la
eternidad en los contenidos de la fe en Jesucristo, nacido en la
tierra desde la eternidad del Padre-Dios. El evangelio es la guía para
descubrir destellos de eternidad en el planeta, donde nadie es dueño de
la tierra
pero sí somos sus hijos, de paso por la tierra, construyendo caminos que
conducen a vivir para siempre en la eternidad de Dios.
¿Desde dónde te
sitúas?
Puedes enviar tus reflexiones a esta dirección: florentinoescribano@yahoo.es
Hasta la próxima semana.
Tino Escribano Ruiz