Escuché
sonidos chirriantes que irritaron mis sentimientos de bondad; pero me calmé con las emociones de alegría al oír la
novena sinfonía de Beethoven.
Escuché
el martilleo de las máquinas de
producción que llenaron de angustia
mis pensamientos; pero me calmé con las
emociones de serenidad al oír el concierto
de Aranjuez del Maestro Rodrigo.
Escuché
los gritos machacones de la publicidad
invadiendo mis sentimientos con
tormentos de ansiedad; pero me calmé con las emociones de empatía al oír las canciones de Quem con Freddi Mercury.
Escuché palabras
huecas en los cotilleos de la TV,
que me produjeron un vacío existencial;
pero me calmé cuando se despertaron emociones
de un profundo sentido de la vida, al oír la música de “El Muro” de Pink-Floyd.
Escuché
conversaciones hirientes tras una ruptura
inesperada, que me provocó sentimientos
desconcertantes; pero me calmé con las emociones
de asertividad, al oír las Valkirias
de Wagner.
Escuché
frases asesinas que me invitaban al
inmovilismo con zumbidos de una perezosa
monotonía; pero me calmé cuando se reactivó la imaginación, con todo su dinamismo, al oír las cuatro estaciones
de Vivaldi.
Quise
entrar por la puerta falsa para vivir
intensas sensaciones ante lo desconocido; pero todo fue mejor abriendo la puerta
a la música de Triana en Sombra y Luz.
Me
dijeron que la inspiración se
consigue viviendo sensaciones de quietud
junto a los peces; pero yo lo conseguí escuchando
el final de la Senda del Tiempo, de Celtas
Cortos.
Un
día percibí que los mejores sentimientos
de la vida se transmiten de padres a hijos cuando se heredan las emociones de interioridad. Entonces,
escuché la música de mi mente y me di cuenta de lo afortunado que era.
Acudí a la comunidad cristiana y
descubrí que quien ama al prójimo vive la más alta expresión de educación
emocional.
Estas emociones no proceden de
sonidos musicales ya inventados, sino de la música del interior de las personas
guiadas por la batuta del Maestro, Jesús de Nazaret, que armoniza su propia
obra original escrita en las partituras del evangelio. Quienes escuchan estas notas desarrollan los
mejores sonidos de la mejor música, compuesta por las emociones humanas y divinas
más sublimes.
¿Desde dónde te sitúas?
Puedes enviar tus reflexiones a esta dirección:
Hasta la próxima semana.
Tino Escribano Ruiz