Miré las manos de un anciano y en los surcos arrugados de su piel, observé la ternura de toda una vida desgastada por amor a su familia.
Miré las manos de una abuela y observé el brillo de la piel en sus palmas
pulidas por el trabajo en las rutinarias tareas de la casa, realizado con
delicada ternura.
Miré las manos de un médico
cirujano y observé que curaban con
ternura las graves heridas del paciente.
Miré las manos ennegrecidas de un mecánico y observé
en la dureza de sus dedos, la ternura
con la que arregló, una y mil veces, las averías de los coches.
Miré las manos de un alfarero y observé que entre sus dedos se escurrían las gotas de
agua con las que sus manos acarician el
barro, dándole forma con esmerada
ternura.
Miré las manos de un
guitarrista y observé que
expresaban gritos de dolor con la misma ternura con la que se acaricia la frente dolorida de un accidentado.
Miré las manos de un pintor y observé que en cada pincelada,
se despertaban las más sensibles emociones
de ternura que brotan de lo más profundo del interior.
Miré las manos de una matrona y observé la ternura
con la que acogía la nueva vida que acababa de nacer de las entrañas de una
joven madre, a quien se la ofreció con renovada ternura, recostándola en su regazo.
Miré las manos de una joven madre y observé la
ternura que emanaba de su corazón rebosante de alegría, mientras acariciaba a su niño rodeándole de besos.
Me acerqué a una comunidad cristiana y vi las manos de Jesús en el
conjunto de manos que forman la bondad de todo el género humano; porque todos
seguían el evangelio haciendo el bien sin esperar nada a cambio, lo mismo que
hizo Jesús con sus manos.
Y son manos llenas de luz, resucitadas, porque son manos liberadoras
que vienen de lo alto, pero que se rebajan y se ofrecen para levantar y
dignificar a los caídos por las miserias humanas. Así es la fe cristiana cuando
se vive como experiencia de ternura.
¿Desde dónde te sitúas?
Puedes
enviar tus reflexiones a esta dirección: florentinoescribano@yahoo.es
¡Hasta la próxima semana!
Tino Escribano Ruiz
¡Qué difícil es ofrecer nuestras manos sin esperar nada a cambio! ¡Y si es difícil incluso con nuestros seres queridos, cuánto más no será con aquellas personas a las que no conocemos!
ResponderEliminarSin embargo, esa debería ser la meta de toda Comunidad Cristiana. Imitar siempre a Jesús: Darlo todo a cambio de nada.
Concha.
Hablando de amor y de ternura, esta semana tu ventana ha traído a mi memoria las manos de mis padres en sus últimos años. ¡Cuantas veces las he acariciado, intentando quedarme con esa textura que sabia que pronto se me iban a ir. ¡Ahora cuando veo las mías, tambien me acuerdo de ellas.
ResponderEliminarCada surco de mi piel es una luz que me acerca más a mis recuerdos. Las manos de mi madre eran pura caricia, aun sin darse cuenta. Así quiero yo que sean las mías, pués no hay mayor ternura que las caricias de una madre. Sin embargo tambien veo en las manos de JESÚS, ese amor con el que tocaba a los enfermos o a los niños y que sin embargo traspasaron con clavos, pues aún en esos trágicos momentos las manos de JESÚS estuvieron abiertas a la ternura para con los que lo habían llevado hasta esa muerte asumida por amor. Yo estoy convencida que ÉL vino a este mundo a darnos ternura, y si no solo hay que leer los evangelios para comprender lo que con su ejemplo de vida nos dió.
Hasta la proxima.
Flori
ResponderEliminarMi deseo es que toda persona, creyente ó no, nos acerquemos más a las manos de Jesús, para hacer el bien a cambio de nada.
J.M.
Todavía hay solución para la fe cristiana,si de verdad en las iglesias hay un intento por dar acogida desde esas claves de ternura de las que habla Tino desde su ventana.
ResponderEliminarGracias por ayudarme a reactivar mi fe un tanto dormida.
A.López